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sábado, 2 de noviembre de 2019
DIAS DE DIFUNTOS
Algunos días aquel muchicho notaba que las campanas de la torre sonaban de una manera diferente. Eran unos toques prolongados en su eco y espaciados, que teñían de tristeza el aire. Tocaban a muertos.
Uno de aquellos días entró en casa de los mellizos Carlos y Martín a buscarlos para jugar. Era una casa humilde y pequeña como la mayoría de las de aquel pueblo. Estaba en el barrio de su abuela carnicera, en la confluencia de Santa Lucía con Vía Crucis. La puerta estaba abierta como siempre pero en la entrada se topó con la caja de muertos sin tapar y con el tío Juan Antonio, el abuelo de sus compañeros de juegos, dentro. Tenía una cara diferente : muy tranquila y con un color entre blanco y amarillo diluido, como las velas de cera. Era el primer muerto que veia.
Ahora recuerda el nombre de otros dos difuntos, muchichicos de su edad, de entonces, de 7 u 8 años. El azar, la divina providencia,el destino, o vete a saber quién, hizo que fueran ellos y no otros los llorados : Segundo Salesa Játiva que murio de una enfermedad congénita y Julián Ramos Mora que tuvo una muerte accidental, trágica e inmerecida. Era agosto, volvía todo contento de la era montado en el carro junto con las talegas de trigo sacadas ese día de la parva. La mula se espantó, y en ese brusco movimiento cayó desafortunadamente debajo de la rueda del carro. ¡Que mal trago para su padre, en ese momento el carretero !
Aquel día, aquel muchicho que escribe ahora, como otros tantos mocosos, habia disfrutado en el carrusel o tiovivo de la era, había subido al trillo, y al carro después, pero la parca eligió a Julián. ¿Por qué ?
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