Para aquel muchicho los pobres eran los forasteros que iban por las casas pidiendo. Mucho más tarde supo que también eran más o menos pobres la mayoría de sus vecinos y su propia familia.
Pobres era las mujeres que iban a espigar detrás de los segadores, las que recogían los moñigos de las caballerías y, añadiendo salvao, hacían pastura, para las gallinas. Pobres eran los y las que en el mes de noviembre subían al monte a coger bellotas para ellos y para los cochinos. Las que en primavera cogían yerbas para los conejos o cardillos para la cena. Y los que segaban la hierba de los ribazos para la mula. Pobres eran las que fregaban de rodillas en casa de los ricos a cambio de un espaldar de tocino o una talega de trigo.
Pobres eran los criados que trabajaban todos los días del año y toda la vida para un amo. Pobres eran también los que no tenían otras tierras que las 4 parcelas salitrosas del prao y las 2 yubadas pedregosas y encosteradas del monte que les proporcionaba el Ayuntamiento y que además trabajaban tierras a medias o a la tercería y les daban la mitad o los 2/3 de la cosecha a sus propietarios.
Eran más o menos pobres, eran más o menos felices.
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