Por aquel pueblo aparecian muchos vendedores ambulantes y algún comprador. A las fiestas acudían las turroneras, el fotógrafo con su moto y el barquillero de los mantecaos (helaos). A lo largo del año no faltaban los afiladores de flauta y bicicleta. El pellejero que compraba pieles secas de conejo. Los estañadores y paragüeros. Los "ongaros" (húngaros) titiriteros y caldereros y estañadores. Todos ellos iban por las calles con su propio pregón.
De vez en cuando el tío Pablo el aguacil pregonaba por las esquinas que en la plaza esperaban los distintos vendedores, de mantas, de sardineta y naranjeros valencianos que a veces cambiaban su fruta por patatas o por trapos.
Eran frecuentes los gitanos que vendían cestos y cestas de mimbre de distintos tamaños y utilidades, o que recomponían el culo de las sillas de enea. Muy a menudo deambulaban por las casas pidiendo limosna. Lo mismo hacía el célebre franciscano, " el fraile de Orrios" que ayudado por 2 muchichos mayores reclutados en la escuela y un carretilla hacia acopio de patatas y otras dádivas para su convento.
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