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domingo, 10 de mayo de 2020

AMBULANTES, PERO MENOS (2)

Venían más a menudo que los demás. Sus figuras no nos eran extrañas. Formaban parte, periodicamente, del acontecer del pueblo.

José  "el de las telas" o " el de las medias" venía de Barcelona aunque no tenía acento catalán. Se hospedaba en casa de "los de la Posada", en la calle Miguel Artigas. Pasaba unos cuantos días recorriendo, una por una, calles y casas, hasta que agotaba su mercancía o veía que el negocio no daba más de si. Llevaba su mercancía en  cajas de cartón sobre un  carretillo de mano: ropa interior, calcetines, medias, toallas, sábanas, todo tipo de ropa blanca. Se asomaba a la puerta, apartaba la cortina y desde allí gritaba   – ¡Chica tiace falta algo!.

El tio Carasopas venía con su carro cargado de cachivaches de barro: Tinajas, barreños, botijas de campo y de casa, cántaros, ollas, almireces, coberteras, pucheros, perolas y peroles, bebedores de pollos.........
Tendia su mercancía en la replaceta del estanco, junto a la pared Este de la Iglesia.
Era un hombre casi anciano, poco hablador y muy serio. No hace mucho me dijeron que se llamaba José y que era natural de Celadas. No se de qué alfar traería los recipientes  entonces imprescindibles. La modernidad y los plásticos acabaron con ellos.

viernes, 1 de mayo de 2020

AMBULANTES (1)

Por aquel pueblo aparecian muchos vendedores ambulantes y algún comprador. A las fiestas acudían  las turroneras, el  fotógrafo con su moto y el barquillero de los mantecaos (helaos). A lo largo del año no faltaban los afiladores de flauta y bicicleta. El pellejero que compraba pieles secas de conejo. Los estañadores y paragüeros. Los "ongaros" (húngaros) titiriteros  y caldereros y estañadores. Todos ellos iban por las calles con su propio pregón.
De vez en cuando el tío Pablo  el aguacil pregonaba por las esquinas que en la plaza esperaban los distintos vendedores, de mantas, de sardineta y naranjeros valencianos que a veces cambiaban su fruta por patatas o por trapos.
 Eran frecuentes los gitanos que vendían cestos y cestas de mimbre de distintos tamaños y utilidades, o que recomponían el culo de las sillas de enea. Muy a menudo deambulaban por las casas pidiendo limosna. Lo mismo hacía el célebre franciscano, " el fraile de Orrios" que ayudado por 2 muchichos mayores reclutados en la escuela y un carretilla hacia acopio de patatas y otras dádivas para su convento.